Aquí me espera mi amiga Inés Grimland. En su casa me voy a quedar, dejamos las maletas y nos vamos de paseo a conocer este Buenos Aires querido, como dice el tango, tierra del Zorzal criollo (Gardel), que tanto gusta a mi padre. Ya me parece sentir en el aire el olor a una buena parrillada, un churrasco, una entraña, humm, qué rico… lo siento, soy carnívoro por más que intento ser vegetariano. El azul del cielo hace juego con el tono de la bandera argentina que ondea cerca al obelisco, foto de rigor.
Caminamos por la avenida 9 de mayo, vamos a la Casa Rosada y en cada paso un edificio me llama la atención, me recuerdan Madrid y sus construcciones de principios de siglo, es precioso. Siento una extraña sensación ¿estoy en Europa? ¿Madrid, Paris? No señor, estoy en Buenos Aires, y las calles muestran una ostentosidad que habla de un tiempo en que la Argentina era llamada la despensa del mundo ¿y qué pasó? Seguro que lo mismo que nos pasa a todos los países suramericanos, nunca ha faltado quien venda el país y tampoco quien lo compre.
Caminamos por la avenida 9 de mayo, vamos a la Casa Rosada y en cada paso un edificio me llama la atención, me recuerdan Madrid y sus construcciones de principios de siglo, es precioso. Siento una extraña sensación ¿estoy en Europa? ¿Madrid, Paris? No señor, estoy en Buenos Aires, y las calles muestran una ostentosidad que habla de un tiempo en que la Argentina era llamada la despensa del mundo ¿y qué pasó? Seguro que lo mismo que nos pasa a todos los países suramericanos, nunca ha faltado quien venda el país y tampoco quien lo compre.
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